17 Mar
17Mar


TIC TAC, TIC TAC, TIC TAC...



La ansiedad  y el estrés es el principal protagonista de la vida moderna, uno de los mayores problemas del siglo XXI tanto en el ámbito laboral como en el personal. Según  numerosos estudios de la unión europea más de un 40% de la población se ve afectadas por este mal en el mundo laboral, desencadenando en enfermedades mentales, emocionales y físicas, tales como dolores de espalda, musculo-esqueléticos, fatiga, dificultades digestivas, alergias, enfermedades cardiovasculares y un largo etc. 

Esta enfermedad considerada actualmente como crónica en la sociedad, genera un estado en el cual en te sientes limitado, a veces no sabes cómo reaccionar en tu día a día  y te encuentras en muchas ocasiones con una montaña de mini tareas y frentes abiertos, entonces de un momento a otro estas inmerso pensando en varias cosas a la vez y  de manera repetitiva  ¿Cómo lo hago? ¿Qué es mejor? ¿Que priorizo?, etc….te desconcentras  con facilidad y te sientes emocionalmente  abrumado, incómodo y con malestar.

El trabajo se nos acumula. Las exigencias del día a día cada vez se hacen más abundantes y pesadas. Detrás de cada una de ellas aparecen otras nuevas, sin que se alcance a ver el final. Pensemos en lo que conlleva ejercer una profesión, formar una familia y velar por su bien, cumplir el deber de cada instante… Todo ello, exige de las personas mucha energía. Sentimos que nos hace falta un esfuerzo siempre renovado, que estamos en la busqueda constante del equilibrio en la vida profesional, personal y familiar

Un principio en el mundo actual, es que el tiempo es un bien escaso: hay que disminuir todo lo posible el gasto que se hace de él, de modo que se consigan hacer más cosas en menos tiempo. Esto significa acelerar el ritmo. Es un hábito que mantenemos incluso cuando deja de ser necesario. Vivimos freneticamente tambien nuestro tiempo de ocio o cuando hacemos deporte. Vivimos con la sensacion de no llegar nunca a tiempo, con la espectativa de ser mas y mas productivos

Lo que sucede es que ese modo de trabajar, y consecuentemente de vivir es sencillamente agotador, porque está basado en la prisa y en la rapidez obligatoria. Tratamos de demostrar y demostrarnos lo mucho que hemos hecho en poco tiempo, y en consecuencia lo mucho que valemos. De esta manera, a la gente no la juzgamos por lo que son ni por lo que saben, sino por lo que han sido capaz de hacer y por los bienes que poseen.

Es obvio que esta cultura de la productividad ha convertido a las personas en instrumentos, no se nos mide a nosotros mismos, sino sólo a los actos realizados. Además, la vivencia de la velocidad tiene una consecuencia patológica fundamental: la alteración de los biorritmos naturales del cuerpo y de la psique. Esa alteración y desarmonía tiene dos manifestaciones principales, el aumento artificial de la capacidad de rendimiento físico, mental y psicológico, que se consigue mediante el stress, el agotamiento nervioso, con todas sus secuelas, que son muchas y variadas, y que se combate con demasiada frecuencia con los calmantes, ansiolíticos, somníferos, antidepresivos, etc.

Esta forma de vivir el tiempo que tenemos los humanos en la actualidad, en el que prima lo inmediato, nos impide la contemplación de la "belleza", puesto que toda nuestra atención está volcada en la utilidad y en el ansia de los buenos resultados en el trabajo y en el ocio.

Lo temporal y lo intemporal conviven juntos en cada uno de nosotros. No se oponen, sino que se complementan. Por eso, las actividades como amar, el arte, la cultura, tienden a permanecer por encima del tiempo, y hacerse duraderas.

La manera más humana de superar el tiempo es la capacidad que tenemos de ver nuestra vida por adelantado, anticipándonos al futuro. El futuro es el lugar hacia el que nos dirigimos con la esperanza de crecer, de ser felices, lo que se puede convertir en una trampa ya que solo podemos ser felices en el momento presente.

Frente a todo ello, hoy se demanda otra forma de vivir el tiempo; la que, por otra parte, siempre se ha practicado: vivir las cosas a su ritmo natural, ponerse en armonía con la naturaleza y con nuestro propio cuerpo y llegar así a ser nosotros mismos. Ser dueños del tiempo y de las situaciones, aboliendo la prisa, viviendo con serenidad, sin sobresaltos, no haciéndose esclavos de los resultados, ni de la planificación rígida.Vivimos así un incremento de la experiencia, las cosas que hacemos suponen entonces un enriquecimiento de la persona y de su experiencia real y propia. Nos reconocemos a nosotros mismos en lo que hacemos; afirmamos nuestra personalidad.

La conciliación de la vida profesional, personal y familiar es una tarea que estará presente durante toda nuestra vida y no siempre será sencilla. En la medida en que descubramos el sentido de nuestra vida, identificando nuestra misión, el camino que hemos de recorrer y la meta a alcanzar, podremos priorizar e integrar los distintos roles que tenemos que ejercer disfrutando del tiempo de nuestra vida.

 

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